
Supongo que la gran diferencia con aquellos tiempos han sido los logros a favor de la libertad, terreno ganado a la desigualdad y la mezquindad de oportunidades.
Si bien ese es logro de toda la humanidad, seria injusto no dar crédito a aquellos que los han conseguido para nosotros, pues no se han dado uniformemente, incluso en tierras no tan lejanas.
En estos días, por un momento me sentí capturado por el vedetismo que rige nuestro tiempo y me entusiasmó el festejo. Aun tengo frescas las imágenes de los 200 años de la revolución francesa, inevitable hacer comparaciones. Soy de los que tienen problemas para dejar de mirar el vaso medio vacío.
Los festejos, las obras, los índices, los grandes carteles con montos y apellidos, los anuncios de la actualidad, no se condicen con la no-esperanza y la sensación de que todo es lo mismo de los que no viven mejor solamente porque un funcionario publico dice que “aun falta”.
Mientras pasaba por la avenida 9 de julio y veía su transformación en un circo descomunal, me preguntaba ¿Qué nos paso a los argentinos? ¿Qué les paso a los porteños? A todos quienes acudirán masivamente a esta fiesta de miles de millones y disfrutaran, sintiéndose plenos por el espectáculo que llega solo hasta donde termina el alcance de su vista.
Mas allá, 200 metros mas allá, habrá otro espectáculo que se repite todas las noches, en casi todas la plazas, en Retiro, en Constitución, debajo de los puentes y debajo de las autopistas.
Una espectacular realidad que pretendidamente no existe. Negada por la clase dirigente, la clase media y todo individuo que pertenezca a alguna clase.
200 años de una argentina, donde hay argentinos que no tienen nada que festejar.
Madres con sus hijos envueltos en ignorancia y ahí abandonados por todos.
Pueblos enteros perpetrados en la miseria humana y económica.
Pibes que nacen con 200 años perdidos, que vivirán igual que aquellos pibes de hace 200 años. Pibes con futuro de carros de tracción a sangre propia. Que no podrán capitalizar los logros obtenidos.
25 de Mayo lluvioso y de paraguas en precarias casas que se llueven y se inundan, con camas y ropas mojadas como si, ni siquiera, existieran los paraguas, como hace 200 años.
Realidades quebradas de despropósitos a 5 minutos de la fiesta y que se repiten a lo largo y a lo ancho de la patria bicentenaria.
Espectáculo protagonizado por los mismos que sufrieron la fiesta de unos pocos y ahora les toca mirar desde afuera la fiesta de unos muchos.
La fiesta de la patria diciendo que no hemos entendido nada.
No hay festejos con pies descalzos, narices con mocos y pelos duros.
Ostentación obscena, revanchista y fanfarrona lograda en base a dolor, frustración y renunciamientos ajenos.
Fiesta cargada a espaldas de los que no estarán presentes, de quienes son utilizados como discurso falaz e insensible disfrazado de nacionalismo.
La patria no estará presente en el festejo de su bicentenario. Yo tampoco iré.
La patria así.. no nos quiere.